Breve historia de una carta de amor.

Era una tarde bella, muy hermosa en sí, el cielo pintado de naranja , la brisa soplaba suavemente y el sol a la mitad en el ocaso sobre el mar; sin embargo caía una lágrima sobre el papel que sostenía con ambas manos, el papel que nunca tendría la oportunidad de entregar en la vida. Sentado sobre las piedras duras de la playa con la mirada perdida en el horizonte los recuerdos se hacían mas grandes que el ocaso en ese momento, pues cuando uno quiere con el alma es así, el cielo se convierte en la tierra y la tierra en el cielo. No hay forma ni método que pueda sacarte del trance. Él repasaba cada una de las últimas semanas con su amor, cada momento, cada día, cada situación, ¿Qué había pasado? ¿Por qué terminó de la manera menos esperada? 
Él creía en el amor, pero a veces sentía que el amor no creía en él. Él se pasaba noches enteras imaginando cosas que jamás nadie habría imaginado, él pensaba que de esa forma alimentaba su amor, que sintiendo al extremo podría saber cómo sentían las personas a su alrededor y poder comprender más el mundo. Pero todo el tiempo la vida le demostraba que no todos sienten igual.
Él lo conoció una noche cuando entró por las puertas de la tienda donde trabajaba, él venía a comprar algunos productos para la cocina. ya lo había visto desde el mostrador y lo seguía con la mirada por toda la tienda. Se acercó a cancelar las cosas que había cogido y sus miradas se cruzaron. Sonrió él y agachó la mirada para no seguir viéndolo para después sonrojarse del momento bochornoso. No disimuló su atracción visual hacia él. Cuando se estaba retirando de la tienda, él le quiño el ojo.
Vino al día siguiente para poder comprar otra cosa, él chico del mostrador pensó que quizá había vuelto para volver a verlo y esperanzadamente recurrir a él. Se acerca nuevamente al mostrador pero esta vez sin nada para comprar. Le extiende una tarjeta de presentación con todos sus datos incluyendo número de teléfono y correo electrónico. Él no dudo en aceptarlo, y luego se retiró sin decir más.
Cuando llegó a la casa, lo primero que hizo fue mandarle un mensaje de texto por el móvil- Hola, cómo estás? Soy Julian, el chico de la tienda - mucha emoción puso en su primer mensaje cual escolar enamorado por primera vez. No demoró en responder el mensaje. Y así estuvieron hablando toda la noche.
Ya estuvieron dos semanas seguidas saliendo, él estaba muy emocionado porque encontraba en él algo especial que lo hacía sonreír cada vez que mencionaba su nombre, muy atraído, muy contento, muy feliz, con una gran sonrisa lo recordaba.
No pasó mas de un mes para que ellos se comprometieran en tener mas que una aventura de dos chicos enamorados. Él le había propuesto tener una relación seria que llevar, quería formalizar y de alguna manera tenerlo solo para él. A veces las actitudes egoístas resultan ser las mas apropiadas. No pasó mucho para que tuviera su respuesta en menos de lo que canta un gallo.
Se pasó toda la tarde escribiendo una carta en papel pergamino, él era de los que creía que una carta escrita a mano tiene mayor dedicación que cualquier mensaje de texto mandado por el móvil. No había olvidado lo bien que se sentía dedicar mucho pero mucho tiempo a algo que realmente vale la pena, su relación en concreto.Cuando uno no hace las cosas con el suficiente empeño y no pone parte de dedicación a las cosas que quiere viene la frustración, y después de la frustración viene el olvido; y no conozco persona que le guste o quiera olvidar las cosas que mas ama.
Ya había llegado el día especial que Julian tanto esperaba, entregar su carta significaba descubrirle sus pensamientos, noches enteras de puro recuerdos y sueños que él jamás podría imaginarse. Entregarle esa carta significa abrirle su corazón y lo mínimo que podía esperar es que él la leyera.
Ya habían acordado una hora y lugar de encuentro, ya habían dicho lo suficiente para que él pensara que lo iba a aceptar. Que lo iba a entender, que se iba a abrir con él de la forma mas noble que dos personas podrían congeniar. Cuando llegó la tarde él se alistó, puntual como siempre, Julian quería llegar con anticipación, usualmente para no hacer esperar a la otra persona, era muy disciplinado en ese aspecto.
De viaje al lugar de encuentro quiso llegar una hora con anticipación. Julian usualmente se quedaba esperando en el lugar de encuentro, sin embargo esta vez había decidido pasar por un lugar antes, sin saber que esa decisión iba a marcar un final inesperado para su amor.
Quería, además de la tarjeta, comprarle su bolsa de golosinas favoritas, las gomitas de ositos que eran sus favoritas también.
En el instante que ingresaba al centro comercial, pasaba por la zona de restaurantes, asomándose cada vez más al caffé caffé que quedaba cerca del supermercado, vio en una mesa a él sentado de espaldas, reconoció su silueta y esa casaca  típica de él para resaltar su sensualidad. A medida que se acercaba ya no solo era la silueta de él sino que había alguien acompañándolo en la mesa, con dos cafés, sonriendo y conversando. Al principio sintió impulsividad de acercarse y saludarlo, pero decidió esconderse y observarlo detenidamente. Sus ojos no se separaban de esa mesa, era como si Julian estuviera sentado ahí, tratando de leer los labios de ambos, predecir lo que conversaban y entrar en las mentes de ellos. Rápidamente se ocultaba cuando percataba que volteaban a su lugar. Un sentimiento devastador lo acompañaba que iba creciendo en inseguridad a medida que él sonreía de una manera genuina, ¿quién era el otro chico? ¿Qué hacía él a poco tiempo de encontrarse con Julian en un café con otro chico? ¿Sería un amigo o quizá algo más, algo de lo cual Julian no tenia conocimiento? Y es que se encontraba engañado. De pronto sin mas prisa, él empezó a cogerle de la mano de una manera comprometedora, seguido de un pequeño beso de labios no prolongado. Julian se partió en mil pedazos. Su vista quedó inmóvil, pero sería muy ingenuo decir que solo su vista había quedado inmovilizada, todo su cuerpo se encontraba paralizado cual estatua en cualquier plaza conmemorativa de la ciudad, y la carta permanecía inmóvil en su mano también sin saber si su destino era ser leída o si quiera ser tocada por su destino.
Julián seguía escondido, él se había levantado y su compañero también, se iban, se retiraban y Julian no permitió ser visto hasta entonces. Ya no quería seguirlos, ya se sentía perdido y hecho de lado. Hay quienes no entienden el valor del compromiso pero hay quienes, como Julián, se apresuran a ameritarlo. No era muy apropiado el momento de entregarle su carta, tampoco era apropiado el momento para llamarlo. Nunca más se encontraría con él en algunos cuantos minutos.
Ya no pretendía aclarar la situación, para Julian era tan claro como el agua cuáles eran las probabilidades de estar con él. Seguías caminando sin rumbo hasta llegar a la playa que bordeaba la ciudad, su celular continuaba sonando, tenía muchas llamadas perdidades de él. Ya no quería conversar con él, su carta en la mano y el móvil en la otra, una mano con su corazón y la otra con el dueño. Tenía que elegir, qué era más importante para él. Se acercó a la playa, busco un sitio y se puso a reflexionar.
Era una tarde bella, muy hermosa en sí, el cielo pintado de naranja , la brisa soplaba suavemente y el sol a la mitad en el ocaso sobre el mar; sin embargo caía una lágrima sobre el papel que sostenía con ambas manos, el papel que nunca tendría la oportunidad de entregar en la vida. Sentado sobre las piedras duras de la playa con la mirada perdida en el horizonte los recuerdos se hacían mas grandes que el ocaso en ese momento, pues cuando uno quiere con el alma es así, el cielo se convierte en la tierra y la tierra en el cielo. No hay forma ni método que pueda sacarte del trance. Él repasaba cada una de las últimas semanas con su amor, cada momento, cada día, cada situación, ¿Qué había pasado? ¿Por qué terminó de la manera menos esperada? 

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