Edgardo y yo fuimos a la playa.

Sonó mi celular a las 9.35 am, era mi madre preguntándome si iba a ir a la playa con Edgardo porque él la había llamado para preguntarle por mi, yo ya me había dado por vencido porque en realidad mi madre era mi proveedora y no quería que vaya. Sin embargo, no sé qué le dijo Edgardo y la convenció. Me alisté y me empilé para disrfutar mi día en la playita de Lima. Nos fuimos por la ruta más rápida para llegar a la playa Las Sombrillas en Chorrillos, buscamos un lugar donde ubicarnos, uno en donde tengamos "muy buena vista". Cada vez que voy a la playa me gusta tener una sombrilla pero esta vez decidimos cambiar, y así tratar de broncearnos. Aplicándonos bloqueadores cada uno en la espalda, la gente curiosa nos observaba para alimentar su morbo y saber si eramos algo más. Para decepción de todos nuestros videntes, no eramos ni somos algo más que amigos. En fin, yo me mantuve observando hacia unos 10 metros de nosotros, unos cuerpos voluminosos se levantaban de la arena y captaban mi atención, abdominales formados y brazos hinchados, cuerpos de gimnasio en jóvenes de veinte y tantos, es típico de mi edad o quizá típico de mis hormonas pero inmediatamente pensé que eso era lo que me definía como gay. 
Solo nos vimos en la situación de pasar unas cuantas horas en la playa y de al menos disfrutar del mar por algunas horas. Pasamos todo el rato hablando sobre las cosas que haríamos la próxima semana y de lo que haríamos ese mismo día: ir a una reu de cumple, ir a la disco y probablemente volver a la playa. 
Le comenté sobre mi búsqueda de trabajo y luego del fracaso del último. Cada vez que le comentaba cualquier cosa a Edgardo, veía el lado humorístico y a veces trágico-realista de todo, una combinación un poco rara. 
Cuando llegó la hora indicada, nos levantamos para partir a casa, decidimos recorrer todo el circuito de playas de la Costa Verde, desde Chorrillos hasta Miraflores, me pareció un corto camino, a pesar de que lo había visto muchas veces por el mapa y pasado en carro por ahí. 
Relajado llegano a casa volví a meterme a la computadora, instantaneamente mi cuerpo me pedía dormir. Estoy empezando a creer que es una señal de que a mi cuerpo le disgusta mi vida en la red.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Domingo 30 de Setiembre

Una antipática comparación de mi parte.

Arrepentimiento de un celoso empedernido.